viernes, 15 de febrero de 2013

COYOTL


Según un curioso sueño que tuve ayer noche... dialogábamos los dos, en no sé que rincón del gran ilhuicatl... recuerdo muy poco ahora los detalles del sueño... pero a grandes rasgos y poniéndole ahora un poco de mi cosecha... se trataba de algo así: compartíamos un diálogo tú y yo, sobre las diferencias entre el perro doméstico y el coyote ancestral: como fue, que para convertirse en perro manso y doméstico, compañero del hombre sedentario... el coyote tuvo que dejar de ser coyote... tuvo que abdicar en gran parte, la esencia mágica, misteriosa, y "salvaje" de su ser.

En el mundo dócil, sus dones singulares y extraordinarios, ahora se calificaron de inaceptables, peligrosos, y contrarios a las reglas del mundo corriente y habitual... ahora, desde la perspectiva común, el coyote fue visto como elemento indeseable, e incluso  criminal:  su astucia se tornó en engaño, su aguda inteligencia en amenaza mordaz, su paso cauto y sigiloso en alevosía, su canto nocturno en augurio de mal agüero... y el vaho encantado de su aliento, en maleficio de brujos y hechiceros.

En otrora... en lengua y tiempos de los ancestros... coyotl... fue sinónimo de "lugar de los caminos con corazón".

Platicabamos en el sueño que, algo terrible puede sucederle al buen coyote, cuando recupera el instinto de volver a su origen:  descubre que no solo debe pugnar con el mundo que le rodea, con todas las voces y emisarios del cautiverio y la imposición, sino que ahora su más insistente tirano es la voz, ayer ajena, que hoy se ha convertido en su voz propia; voz que ahora le impone incisivamente desde su interior,  le lleva a rehuir la libertad, negando su propia esencia e instinto, impulsándolo a buscar mejor el cofort de la aceptación,  que la aventura de explorar los singulares matices de su propio pensar y sentir... en su domesticidad se fue conviertiendo en su propio carcelero, en su propio verdugo... ya no hacen falta el látigo y la fusta... él mismo se doblega y se obliga.

Y ahora, cuando empieza apenas a salir otra vez de su prisión,  a husmear y reconocer de nuevo el olor de la pradera, a escuchar como la primera vez, el aullido de sus antiguos semejantes, se apodera de él una aplastante ambigüedad: los reconoce, los añora... y a la vez, les teme, los siente ajenos y desconocidos, los imagina extraños y enemigos... quiere abandonarse al llamado de su sangre, pero duda de sí en lo más íntimo.  Teme dejar atrás la seguridad del gallinero, y perderse en la salvaje espesura del bosque indómito. 

No es fácil este momento para el coyote, atrapado en el parálisis de su dualidad... teme lo que ama... rehúye lo que busca... y sin embargo, no tiene ya a donde ir, sino abandonarse para encontrar una vez más... ... ...  su  propio sitio.

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