sábado, 26 de febrero de 2011

LIBERTAD o SABIDURIA
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La Vida, Máximo Don
Otorga la posibilidad de adquirir otros dones.
Dos de los Principales son;
Sabiduría y Libertad.

Libertad sin sabiduría, es libertad truncada
La sabiduría da conocimiento de los caminos,
Rumbo, responsabilidad.
Si tenemos sabiduría,
Será imposible que aparezca
La malicia en nuestro camino
Pues la malicia es contraria a la sabiduría
La Sabiduría, nos hace saber,
Que la libertad es una ilusión.
Pues nunca somos completamente libres.
La naturaleza tiene sus reglas,
Las cuales Inevitablemente
Nos alcanzan.
Pero también nos enseña,
Que dentro de las fuerzas que nos aprisionan,
Tenemos ya; Libertad de elección, Libertad de acción.
La Sabiduría enlaza otros dones, como la Verdad, el Amor,

La Humildad,,,,

De la libertad, no se puede decir lo mismo.
Pues libertad sin sabiduría, enlaza directamente con la ignorancia
Y puede enlazarse
Con destrucción, mentira, odio, soberbia,,,
Caminos intransitables para la sabiduría.
La sabiduría, escondido tesoro, nos hace amar la vida.
La ignorancia despreciarla.
Así que entre Sabiduría y Libertad,
Sabiduría.
Pues al poseerla, poseemos las dos.
Aunque mientras andamos en su búsqueda,
Uno nunca conozca, cuando se ha llegado a ella.


Con Afecto a Xochipilli,

Y a Todos los Abuelos y Abuelas, que Resguardan y Comparten
Nuestro Conocimiento Antiguo.

cav
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miércoles, 23 de febrero de 2011

Historias...
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Conté en la reunión del sábado una historia de la que había sido testigo en el camión de ida a Milpa Alta. Pero me aconteció su contraparte en el camino de regreso en el metro. Te la cuento, porque me parece interesante, a la vez de contártela, la refuerzo en mi experiencia.

1ª parte:

Voy en camión rumbo a Milpa Alta, encuentro un lugar al fondo, junto a la puerta de bajada y me siento. Después de un buen rato de recorrido, el camión se va llenando de gente que va parada en los pasillos. Enfrente mio, parado y adyacente a la puerta, viajaba un Joven de mediana edad, robusto y de estatura media, vestido de una sudadera roja, pantalones de mezclilla y zapatos tenis más bien viejos y rotos. Al observar sus manos se veían fuertes y terregosas por lo que me dio la impresión de que trabajaba en la construcción y venia de su trabajo. El joven viajaba despreocupado, sujeto de uno de los tubos de esa puerta trasera, así que no estorbaba a quienes viajaban. De pronto esa imagen apacible, se vió afectada por la abrupta aparición de un hombre mayor, de más de 50 años, quien vestía un traje negro sin corbata, alto, de más de 180, complexión fuerte y ceño fruncido, su aparición me pareció un símil a como llegan toros al matadero. Fuerte, brusca y sin miramientos, tomó con ambas manos, los dos tubos de la salida de esa puerta. Empujó sin la menor consideración al joven. Quien ante la sorpresa de tan inesperada acción, desconcertado, no supo qué hacer, y se quedó inmóvil en el lugar al que fue desplazado. En términos de conocimiento diríamos que le movieron su punto de encaje. Esa acción, tan súbita, tan brusca, no solo lo afectó a él, sino también a aquellos que la presenciamos. Estoy seguro que el joven en todo lo que le faltaba por llegar a su destino, estuvo teniendo cantidad de pensamientos y sentimiento negativos y casi destructivos hacia ese señor, cosa que seguro también secundamos los espectadores. El señor de traje negro, con una seguridad de invencibilidad, viajaba tan campante con el rostro en alto y los labios apretados. Una mujer que iba a bajar, tuvo que agacharse para pasar bajo sus brazos extendidos, y el señor ni se inmutó. Un rato después, llego del frente del camión, a esa puerta, un señor robusto, también de más de 50 años, vestido con ropa de faena, sucia y desaliñada, manos fuertes y grasosas. Con decisión y seguridad, buscó espacio en uno de esos tubos (el no había presenciado la primer escena descrita), el hombre de traje echó una ojeada rápida a este nuevo viajero, y de manera automática, le dejo uno de sus tubos. Seguro midió al nuevo viajero, y ya no le pareció tan manejable. Cuando el joven de la sudadera roja bajo del camión, se veía como desde abajo, buscaba con la mirada cargada de odio, la cara del hombre de negro, quien ni lo miraba.

Aunque en esta parte, yo solo fui observador, me di cuenta, como tal atropello me afectó, y por un momento también mis pensamientos y sentimientos negativos se canalizaban hacia el hombre de negro.

El Temachtiani, dice: "observar la frustración de ese hombre y desapegarse", y tiene razón, pero es difícil vencer el hábito.


2da parte:

Por la hora, 9.30 de la mañana del domingo de mi regreso, el metro Taxqueña, llevaba poca gente y me fui sentado. Sin embargo dos estaciones adelante ya había pocos lugares para sentarse. Había uno a mi lado. Subieron dos mujeres de edad ya adulta, de más de setenta años, muy bien vestidas y maquilladas. Iban muy elegantes y alegres. Se ve que eran amigas. Una de ellas se sentó a mi lado. Y aunque había otros asientos en otras filas, la otra prefirió quedase parada junto a su amiga. Una vez arrancado el convoy, me paré y le cedí mi lugar a la señora que iba parada. Unas estaciones más adelantes, me preparé con mi mochila para bajar. Cuando bajaba, la mujer primera que se sentó a mi lado, buscó mi cara y dijo en voz alta, “muchas gracias joven”, le dije de nada, y me retiré.

En el trayecto por los andenes del metro, me surgió la reflexión, de que me había tocado presenciar dos aspectos diferentes, de la respuesta del trato a los demás: la del joven de sudadera roja, era de odio, la de las mujeres elegantes era de afecto. Ni siquiera vale discernir, cual tiene más valor.

Hasta luego, Afecto

silvio