COYOTL
Según un curioso sueño que tuve ayer noche... dialogábamos
los dos, en no sé que rincón del gran ilhuicatl... recuerdo muy poco ahora los
detalles del sueño... pero a grandes rasgos y poniéndole ahora un poco de mi
cosecha... se trataba de algo así: compartíamos un diálogo tú y yo, sobre las
diferencias entre el perro doméstico y el coyote ancestral: como fue, que para
convertirse en perro manso y doméstico, compañero del hombre sedentario... el
coyote tuvo que dejar de ser coyote... tuvo que abdicar en gran parte, la
esencia mágica, misteriosa, y "salvaje" de su ser.
En el mundo dócil, sus dones singulares y extraordinarios,
ahora se calificaron de inaceptables, peligrosos, y contrarios a las reglas del
mundo corriente y habitual... ahora, desde la perspectiva común, el coyote fue
visto como elemento indeseable, e incluso
criminal: su astucia se tornó en
engaño, su aguda inteligencia en amenaza mordaz, su paso cauto y sigiloso en
alevosía, su canto nocturno en augurio de mal agüero... y el vaho encantado de
su aliento, en maleficio de brujos y hechiceros.
En otrora... en lengua y tiempos de los ancestros...
coyotl... fue sinónimo de "lugar de los caminos con corazón".
Platicabamos en el sueño que, algo terrible puede sucederle
al buen coyote, cuando recupera el instinto de volver a su origen: descubre que no solo debe pugnar con el mundo
que le rodea, con todas las voces y emisarios del cautiverio y la imposición,
sino que ahora su más insistente tirano es la voz, ayer ajena, que hoy se ha
convertido en su voz propia; voz que ahora le impone incisivamente desde su
interior, le lleva a rehuir la libertad,
negando su propia esencia e instinto, impulsándolo a buscar mejor el cofort de
la aceptación, que la aventura de
explorar los singulares matices de su propio pensar y sentir... en su
domesticidad se fue conviertiendo en su propio carcelero, en su propio
verdugo... ya no hacen falta el látigo y la fusta... él mismo se doblega y se
obliga.
Y ahora, cuando empieza apenas a salir otra vez de su
prisión, a husmear y reconocer de nuevo
el olor de la pradera, a escuchar como la primera vez, el aullido de sus
antiguos semejantes, se apodera de él una aplastante ambigüedad: los reconoce,
los añora... y a la vez, les teme, los siente ajenos y desconocidos, los imagina
extraños y enemigos... quiere abandonarse al llamado de su sangre, pero duda de
sí en lo más íntimo. Teme dejar atrás la
seguridad del gallinero, y perderse en la salvaje espesura del bosque indómito.
No es fácil este momento para el coyote, atrapado en el
parálisis de su dualidad... teme lo que ama... rehúye lo que busca... y sin
embargo, no tiene ya a donde ir, sino abandonarse para encontrar una vez más...
... ... su propio sitio.
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